Algún día voy a poder decir: "¡Hey! La gente ha cambiado, valoran más mi libertad que tu hipocresía."


La convivencia cede, la sociedad se está aplastando, masificando. No se si es por cansancio o por respeto, pero la anormalidad es cada vez más intrascendente. Se disuelve la culpa antes presente en el conformismo, la alegría o el placer. Pero sigo preguntándome: ¿por qué le tengo tanta bronca? ¿por qué la quiero destrozar? Desarraigarme de mi sitio y quemar todo mi mundo. Eso quiero y no lo entiendo.
Es una libertad opresora la que construimos, que provoca envidia y crea necesidades inexistentes.
Revoca toda la bondad y pone de manifiesto la intolerancia. Modifica y genera la diversidad al punto de no poder distinguirnos entre ella.
Me pregunto para qué será que aprendemos a apilar los bloques desde chiquitos.

Tu inoperancia.
Mi inoperancia.
Su inoperancia.
Me molesta.

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